The president of the United States Conference of Catholic Bishops, Archbishop José H. Gomez of Los Angeles, has issued the following statement marking the 53rd World Day of Peace on January 1, 2020.

Archbishop Gomez’s full statement follows, in English and Spanish:

In this holy season, Christians celebrate the birth of Jesus Christ, the living God who comes among us as the Prince of Peace, to bring peace to our hearts and peace on earth. 

Yet we are aware always that our world and our lives are far from peaceful. So many of our brothers and sisters are living in countries torn by war and injustice, terrorism and persecution; many suffer violence because of race, religion, ideology or nationality. Many of our brothers and sisters, even children, are being bought and sold and living in slavery; millions in our world have no place to call home because of poverty and instability. 

In our neighborhoods and communities, violence and cruelty are a sad and ordinary reality of daily life. Still children in our country are killed each day in the womb, and many of our neighbors do not have what they need to lead a dignified life. Our politics and cultural discourse are often marked by anger and a merciless and unforgiving contempt for others. 

This season we note with particular sadness the violent attacks on people of faith. To name just a few incidents: worshippers in a church in Texas are assaulted by a gunman; in New York, a man goes on a stabbing rampage during a Hanukkah celebration in a rabbi’s home. Christians in Nigeria are beheaded and their killers share video of the atrocity worldwide. 

It needs to be said that violence in the name of God is blasphemy. The rise of antisemitic violence in this country and around the world must be condemned along with the ongoing persecution of Christians. Protecting religious freedom and freedom of conscience should be among the highest priorities of every government. 

Jesus Christ came as a child on Christmas to show us that every person is a child of God, made in his image. He came to show us that all humanity is one family, that we are all brothers and sisters no matter where we are born, the color of our skin or the language that we speak. Jesus suffered and died to show us how precious each one of us is in the eyes of God, and he calls us to love one another as he loves us, with no exceptions. 

So, on this World Day of Peace, the Catholic Church in the United States joins our Holy Father Pope Francis and the Church worldwide in praying for peace. We pray for peace in our hearts and peace in our world. We pray for the conversion of every heart that hates and we pray for the courage to overcome evil with good and respond to hatred with love. 

We know that peace is God’s gift, and peace begins when we recognize his presence in every person, when we love him and serve him in the poor and defenseless, in those who are ill, in the refugee, the immigrant, and the prisoner, in every person that our society or economy cannot find a place for. 

As we begin a new year and a new decade, we entrust ourselves and our nation to the Blessed Virgin Mary, the Mother of God. We ask her to intercede for us and to help us to walk on the path of peace.

 

El presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, Arzobispo de Los Ángeles José H. Gomez, ha publicado la siguiente declaración que marca el 53 Día Mundial de la Paz el 1 de enero del 2020.

En esta temporada santa, los cristianos celebran el nacimiento de Jesucristo, el Dios vivo que viene a vivir entre nosotros como el Príncipe de Paz, para traernos la paz a nuestros corazones y paz en la tierra. 

Sin embargo, somos siempre conscientes de que nuestro mundo y nuestra vida están muy lejos de estar en paz. Muchos de nuestros hermanos y hermanas están viviendo en países destruidos por guerras e injusticias, y terrorismo y persecución. Muchos sufren violencia debido al racismo, a la religión, la ideología o por su nacionalidad. Muchos de nuestros hermanos y hermanas, y hasta niños y niñas, son comprados y vendidos y viven en esclavitud; millones en nuestro mundo no tienen un lugar al cual pueden llamar hogar, debido a su pobreza e inestabilidad. 

En nuestros vecindarios y comunidades, la violencia y la crueldad son una triste realidad de la vida cotidiana. También bebés, cada día en nuestro país son asesinados en el vientre de su madre, y muchos de nuestros vecinos no tienen lo que necesitan para llevar una vida digna. Nuestros políticos y el discurso cultural muchas veces están marcados por el enojo y un desprecio despiadado e implacable por los demás. 

En esta temporada notamos con una tristeza particular los ataques violentos contra las personas de fe. Para mencionar solo unos pocos incidentes: unos fieles en una iglesia de Texas fueron asaltados por un hombre armado; en Nueva York, un hombre atacó enfurecidamente a puñaladas a los fieles durante una celebración de Hanukkah en la casa de un rabino. Cristianos en Nigeria fueron decapitados y sus asesinos compartieron la atrocidad que cometieron en un video que circuló por todo el mundo. 

Necesitamos afirmar que la violencia en el nombre de Dios es una blasfemia. El aumento de la violencia antisemita en este país y en todo el mundo debe ser condenado, así como la constante persecución de los cristianos. Proteger la libertad religiosa y la libertad de conciencia debe estar entre las más altas prioridades de todo gobierno. 

Jesucristo llegó como un bebé en la Navidad, para mostrarnos que cada persona es un hijo de Dios, hecho a su imagen. Él vino a mostrarnos que toda la humanidad es una familia, que todos somos hermanos y hermanas, sin importar dónde nacimos, el color de nuestra piel, o el idioma que hablamos. Jesús sufrió y murió para mostrarnos lo precioso que somos cada uno de nosotros ante los ojos de Dios, y Él nos llama a amarnos unos a otros, así como Él nos ama, sin excepciones. 

De manera que, en este Día Mundial de la Paz, la Iglesia Católica de los Estados Unidos se une al Santo Padre Papa Francisco y a la Iglesia en el mundo para orar por la paz. Oramos por la paz en nuestros corazones y por la paz en el mundo. Pedimos a Dios por la conversion de cada corazón que tiene odio y para que nos conceda la valentía para vencer el mal con el bien, y responder al odio con amor. 

Sabemos que la paz es un regalo de Dios, y que la paz comienza cuando reconocemos Su presencia en cada persona, cuando lo amamos y le servimos en los pobres e indefensos, en los enfermos, en los refugiados, en los inmigrantes, y en los prisioneros; en cada persona a quien nuestra sociedad o la economía no le puede encontrar un lugar. 

En este tiempo en que estamos empezando el Año Nuevo y una nueva década, nos confiamos nosotros mismos y a nuestra nación a la Santísima Virgen María, Madre de Dios. Le pedimos que interceda por nosotros y que nos ayude a caminar por el camino de la paz.